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El pequeño Rómulo Imprimir E-Mail
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Hijo del canario Luís Betancourt y de la venezolana Virginia Bello, Rómulo Betancourt nació en Guatire un 22 de febrero de 1908, el año en que llegó al poder el mismo al que mucho después va a adversar férreamente: Juan Vicente Gómez. Sus padres, personas de clase media baja, le inculcaron desde muy temprano el gusto por la literatura; gusto que más adelante va a determinar su afición de escritor.

María Teresa Romero (2005) apunta que además en Guatire el pequeño Rómulo comienza a inquietarse por las miserias humanas, por la injusticia y la pobreza extrema en que vivían muchos habitantes de esta zona. Junto a su padre, colaboró en la distribución de medicamentos a las personas con dificultades económicas afectadas por la peste española de 1918. Esta fue también la región que otrora acogiera a su padre, a su tía y a su abuela, inmigrantes españoles que arribaron a tierras venezolanas muchos años antes; allí también nació su madre. Guatire siempre va a permanecer en la memoria de Betancourt y eso se evidencia luego en varios escritos y discursos autobiográficos.

El niño Betancourt tenía una gran disposición al trabajo y muy pronto empezó a colaborar con su padre en diversas actividades que éste le encomendaba. Don Luis comenzó trabajando en un almacén, gracias a la ayuda de Antonio García Guerra, un importante comerciante de la zona quien lo tuvo bajo su manto protector; más tarde ejercería como contador en una agencia del Banco de Venezuela. Rómulo aprendió de su padre la contabilidad, conocimiento que luego le sería de mucha utilidad durante su primer exilio. El chico se dedicó a varios oficios con el fin de colaborar económicamente con su familia: enrolló tabacos en una fábrica, confeccionó papagayos para la venta y fue acomodador de cines. Además en Guatire sus padres fundaron un pequeño periódico literario llamado El Geranio en el que Rómulo prestaba apoyo en la parte técnica.

Por su parte, don Luis lo adentraría en el conocimiento de la realidad política venezolana del momento al manifestarse contrario al gomecismo frente a sus allegados, con las reservas que la represión del tirano imponía. Su formación académica se inició en una Escuela Taller, fundada por el maestro Juan José Fermín, éste va a ser otra gran referencia para Rómulo. Fermín —también anti-gomecista— era un hombre conciente de la importancia del conocimiento de la historia y un gran aficionado del periodismo, lo que probablemente le transmitió a su pupilo. Lo que sí es seguro es que influyó en el despertar político de Betancourt y en su interés por el conocimiento del pasado venezolano.

Su madre, apasionada lectora, también le entrenó en su gusto por la literatura e incentivó su fervor político. Así, se puede decir que Rómulo Betancourt fue impulsado por un entorno favorable para su crecimiento, tanto político como intelectual.

Más tarde, la familia Betancourt Bello se trasladó a Caracas con sus tres hijos: María Teresa, Helena y Rómulo, quien ya contaba con 11 años. Aquí, en junio de 1920, comenzó a estudiar en el Liceo Caracas, en cuyas aulas se encontraban quienes luego serían figuras destacadas del país. Manuel Caballero (2004, p. 41) cita a algunos: Nelson Nimiob y Felipe Massiani, futuros literatos; Teodoro Capriles, más tarde famoso deportista; Vicente Lecuna, quien se convertiría en banquero e historiador; Israel Peña, futuro crítico musical; Andrés Germán Otero, futuro ministro; Julio de Armas, futuro rector de la Universidad Central de Venezuela; entre otros. Ya estaban en años superiores Miguel Otero Silva, Luis Felipe Urbaneja, Inocente Palacios, Elías Toro, Edmundo Fernández, Germán Suárez Flamerich, etc. También destacan Jóvito Villalba y Luis Beltrán Prieto Figueroa, quienes serán más tarde sus compañeros en la lucha política.

Para el momento El Liceo Caracas estaba bajo la dirección de Rómulo Gallegos, escritor e intelectual venezolano de alta talla; quien con sus clases de Filosofía y Álgebra y sus disertaciones políticas sirvió de inspiración a Betancourt y a sus coetáneos.

Las lecturas periodísticas acompañaron este período de su vida, adentrándose así a lo que luego sería su oficio; también se interesaba por libros de política de autores nacionales y extranjeros. De los autores venezolanos el joven Betancourt se inclinaba por Fermín Toro, Cecilio Acosta, Juan Vicente González y José Rafael Pocaterra. Con respecto a este último, la autora Maria Teresa Romero (2005) señala que fue en él en quien Betancourt “se inspiró en escribir sus primeras páginas políticas”, y también indica que “Tal vez, aún más que Pocaterra, Betancourt sentía una firme convicción íntima de estar llamado por el destino a hacer algo grande por Venezuela” (p. 19-20).

De los autores extranjeros Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset eran algunos de sus preferidos; pero fue la obra Sashka Yegulev del escritor ruso Leonidas Andreiev la que impresionó profundamente al joven Betancourt, así como a los jóvenes de su generación. Romero (2005) señala que la obra “los introdujo en una noción diferente y novedosa de los significados de ‘pueblo’ y ‘partido’, de sus luchas organizadas por la liberación de Rusia y en contra el zar” (p. 20).

Estando en Caracas, Betancourt pudo conocer más de cerca el autoritarismo del presidente Juan Vicente Gómez, sentía el odio silente del pueblo hastiado de represión y escuchó de las torturas que sufrían aquellos que se atrevían a adversarlo; pero el Betancourt político no se había despertado aún, su sueño era ser escritor.

 
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