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El despertar político (1928) Imprimir E-Mail
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Rómulo Betancourt se estrena en la política en 1928. Este año marca, como señala Caballero “el paso del personalismo al colectivismo político” (2004, p. 67).

Un grupo de jóvenes universitarios pertenecientes a la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) de la Universidad Central de Venezuela decidieron conmemorar la Semana del Estudiante, mediante la elección de una reina y diversos actos festivos. En principio los actos tenían como objetivo la recolección de fondos para la construcción de la Casa del Estudiante, pero en la medida que transcurrieron las actividades —entre el 6 y el 12 de febrero— se convirtieron en protestas veladas contra el régimen gomecista.

En el Panteón, el 6 de febrero, a las once de la mañana, el estudiante Jóvito Villalba alzó su voz criticando “a quienes han mantenido su cara al sol durante veinte años” (Caballero, 2004, p.72). Gómez estaba próximo a cumplir este lapso en el poder; sin embargo nunca se mencionó su nombre aunque todos sabían de quien hablaba, la emoción retumbaba en sus palabras y en el público expectante.

Esa misma noche el poeta Pío Tamayo declamaba sus versos en la coronación de la reina Beatriz y hablaba de “la reina secuestrada”, refiriéndose a la libertad. El martes en la Plaza de La Pastora Joaquín Gabaldón Márquez se dirigió de manera vehemente a los estudiantes, otorgando un reconocimiento a los jóvenes que batallaron en La Victoria. El día siguiente en el Teatro Rívoli se hicieron escuchar Gonzalo Carnevali, Manuel Noriega Trigo, Jacinto Fombona Pachano, Miguel Otero Silva, Antonio Arraiz y Rómulo Betancourt, quien habló de “nuestro pobre pueblo olvidado de Dios y crucificado de angustias republicanas” (Liscano, 1978; cp. Diario de Caracas, 1981, p. 40).

Los ánimos se fueron caldeando y Guillermo Prince Lara destrozó una lápida que llevaba el nombre del dictador.

El día 14 de febrero de 1928 fueron apresados en la Cárcel de Puerto Cabello cuatro dirigentes de estas actividades: Guillermo Prince Lara, Jóvito Villalba, Pío Tamayo y Rómulo Betancourt, quien cumplió sus veinte años en la cárcel. María Teresa Romero (2005) comenta sobre la participación de Betancourt en los sucesos de febrero de 1928: “Su personalidad desafiante, su afán de servicio y lucha por el país, así como también, por qué no decirlo claramente, su inocultable ambición de poder y de ser protagonista de la historia, encontraron el momento propicio para manifestarse”. Sin embargo, Romero también comenta, muy a tono con lo citado de Caballero en el inicio de este apartado, que “la actuación de Betancourt no fue decisiva en este movimiento de carácter colectivo; el mismo hubiese transcurrido sin su presencia” (p. 27).

Y es que precisamente el personalismo gomecista que tanto criticaba Betancourt fue herido en ese momento, cuando las ideas superaron los individualismos. Esto se va a demostrar más aún cuando luego de apresar a estos cuatro jóvenes, doscientos estudiantes salieron en su defensa y se entregaron a la policía. Los de Gómez encarcelaron a todos los estudiantes en El Castillo de Puerto Cabello. En este momento el movimiento se volvió aún más colectivo y el pueblo de Caracas se sumó a las protestas, convocando a una huelga general. El pueblo pedía reivindicaciones para los estudiantes y lo logra.

Betancourt a partir de este momento va a ser un opositor frontal de la dictadura gomecista y más tarde va a participar en la conjura cívico-militar del 7 de abril de 1928, dirigida por el capitán Rafael Alvarado Franco y otros militares; además de contar con la participación de un grupo de estudiantes y de algunos profesionales. Este movimiento, conocido como “el cuartelazo” logró tomar Miraflores, sin ninguna consecuencia importante, pero fracasó cuando intentó tomar el Cuartel San Carlos, que contó con el efectivo control del general Eleazar López Contreras. Varios dirigentes fueron nuevamente encarcelados, entre ellos Jóvito Villalba; Betancourt logró huir del país hacia Curazao, empieza así su primer exilio.

Antes de hablar de esta importante época de su vida, cabe destacar que estos hechos del 28 cambiaron el rumbo que Betancourt tenía trazado para su vida. Es así que, luego en 1936, él mismo confiesa: “Yo no escogí la política, la vida me echó por ahí… y ahí vamos, para adelante” (cp. Romero, 2005, p. 25).

 
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