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El primer exilio Imprimir E-Mail
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Esta etapa trascurrió entre Curazao, Santo Domingo, Barranquilla y Costa Rica. Fueron siete años de formación intelectual y de maduración política, en los cuáles fue forjando su ideal de país. Ahora gozaba de libertad para informarse y expresarse sin la vigilancia gomecista, libertad que hasta ahora no conocía pues había nacido y vivido toda su vida bajo la represión del Benemérito. En la isla de Curazao comenzó sus lecturas sobre la industria petrolera y observó el manejo turbio de la economía venezolana por parte de Gómez, que pactaba con las compañías extrajeras en detrimento de los intereses de la nación venezolana. En esta etapa comienza su interés por el tema petrolero y económico.

La coyuntura le hizo abandonar sus estudios de Derecho, pero aún así no cesó en su formación intelectual, continuaba sus lecturas y se comenzó a relacionar con los factores comunistas y marxistas e el exilio, uniéndose al Partido Revolucionario Venezolano (PRV), una organización política de tendencia marxista conformada por emigrantes del país e izquierdistas radicales que se encontraban en México. Como el mismo Betancourt luego lo manifestaría, ésta era una organización cuyos “integrantes eran un potpourri de individuos de las más diversas posiciones ideológicas” (cp. Caballero, 2004, p. 88). Durante pocos meses perteneció al partido, pronto decidió retirarse de sus filas pero logró escribir algunos artículos para Libertad, el órgano de la organización.

Más tarde, Betancourt se inspiró en las vivencias del 28 para escribir el ensayo Dos meses en las cárceles de Gómez y el folleto En las huellas de la pezuña, éste último en co-autoría con Miguel Otero Silva.

Entre 1928 y 1929 Betancourt escribe en lo que se denomina “la gran prensa”, publicando artículos para importantes diarios y revistas latinoamericanas como La Nación, La Prensa y La Novela Semanal de Barranquilla; El Tiempo de Bogotá y la revista Repertorio Americano de Costa Rica.

Es importante destacar que durante el exilio de Betancourt en Curazao siguió escribiendo sobre Venezuela y su preocupación por el destino del país no cesa, constantemente acusaba ante el mundo las injusticias que aquí se cometían como una manera de luchar desde fuera de las fronteras de su patria contra el régimen gomecista. En esta etapa del exilio la denuncia de la situación venezolana fue la directriz de sus escritos; pero más tarde, cuando entiende que el problema de Venezuela va más allá de Gómez, empezó a preocuparse por entender mejor al país, conocerlo, y así plantear soluciones. En sus escritos también se nota este cambio de tono.

Luego de separarse del PRV, Betancourt se unió a otra organización de exilados venezolanos menos radicales en su ideología política, conformada por militares anti-gomecistas. Allí conoció a Simón Betancourt, un viejo guerrillero venezolano. Junto a ellos se aventuró en la invasión del “Falke”, una conspiración que se gestó durante casi un año y para la cual Betancourt había invertido buena parte de su tiempo en la recolección de armas para invadir al país y derrocar al dictador. La conspiración falló; murió Román Delgado Chalbaud, uno de los cabecillas, y a Betancourt le quedaron las ganas de triunfar en una conjura armada, muy a pesar de lo que más adelante pensará de estas uniones con los militares.

A diferencia de varios de sus compañeros exilados, Betancourt no se dejó amilanar por la precariedad económica. Además de la ayuda que le diera su padre antes de irse a Curazao, que aunque poco le duró pudo servirle para establecerse, en la Isla se valió de los conocimientos de contaduría que aprendiera de su padre cuando era niño y comenzó a trabajar en una firma comercial.

A finales de 1929 y en 1930 Betancourt se encuentra en Costa Rica y luego en Barranquilla. En este período de su exilio “sus escritos van abriéndose a una temática más amplia. Ya no sólo aborda problemas venezolanos y se queda en la denuncia de la dictadura, sino que trata asuntos latinoamericanos y mundiales de diversa índole: el imperialismo, el nacionalismo, la integración, el andinismo, la economía política, el petróleo, la cuestión agraria” (Romero, 2005, p. 34).

En este tiempo de exilio Betancourt le fue dando cada vez más forma a lo que sería su proyecto político. Tuvo la influencia del marxista Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), quien se encontraba exilado en México por una dictadura en su Perú natal.

De Haya de la Torre Betancourt retomó la idea de un marxismo tropicalizado, adaptado a las necesidades del pueblo americano, y venezolano en este caso, más allá de los lineamientos de la III Internacional Comunista, mediante la cual desde Rusia Stalin intentaba manejar al comunismo internacional marcando directrices ajenas a las características locales. Como asegura el profesor Naudy Suárez Figueroa, Rómulo Betancourt era muy nacionalista como para aceptar que factores externos dictaran imposiciones a nuestro país (comunicación personal, abril, 25, 2007).

Además Suárez destaca que “él era un político realista”. Los comunistas en el exilio hablaban de la creación de un partido obrero, proletario; pero Betancourt siempre señaló la imposibilidad de llevar esto a cabo por la inexistencia de una clase obrera en un país de escaso desarrollo industrial. Suárez comenta que el único sector de desarrollo tecnológico importante era el petrolero, que se encontraba prácticamente en manos extranjeras. Este era un plan “carente de realismo”.

Es allí que Betancourt comenzó a plantearse la idea de crear un partido civil policlasista, que abarcara no sólo a los obreros, sino también a los campesinos, comerciantes, maestros, a las clases medias, a los funcionarios públicos de bajo rango, a intelectuales; un partido de base amplia. Así surgió primero el Partido Democrático Nacional (PDN) fundado en 1936 y luego Acción Democrática (AD) fundado en 1941.

El nacionalismo contra el imperialismo, un partido policlasista en vez de uno exclusivo del proletariado, un marxismo “criollo” en vez de uno importado. Poco a poco Betancourt fue definiendo las líneas de su pensamiento político, que va a cuajar en lo que se llamó “Plan de Barranquilla”. Éste fue un documento suscrito el 22 de mayo de 1931 junto a Raúl Leoni, Valmore Rodríguez, Ricardo Montilla, Pedro Juliac, y otros doce exiliados, dando así nacimiento a la Asociación Revolucionaria de Izquierda (ARDI). En el emblemático manuscrito se mostraba un diagnóstico de la situación venezolana gracias a un estudio sistemático y profundo sobre la realidad del país y proponía un programa mínimo de acción en diversas áreas como posible solución para los problemas.

ARDI fue definido por el propio Betancourt como un grupo de estudiosos del marxismo, más no conformaba un partido político como tal. Desde 1931 a 1935, cuando Betancourt se encontraba en Costa Rica, se distancia de esta agrupación y vivió una “radicalización ideológica”. Romero (2005, p. 38) apunta:

En contraste con sus tres primeros años de exilio en que mantiene una posición de izquierda moderada y heterodoxa (…) durante esos años de exilio costarricense fue de la opinión que el proyecto revolucionario y la toma del poder en Venezuela debían ser liderados por el Partido Comunista de Venezuela —PCV—, una organización política “más organizada” con la que reconocía mantener diferencias, sin embargo más de carácter táctico que fundamentales.

Este acercamiento al PCV se genera porque, a pesar de las diferencias ideológicas que aún sostenían, este partido se había mantenido en el ruedo político durante los años en que él se encontraba en el exilio y habían logrado una organización que necesitaba como plataforma para sus acciones políticas. Esta “radicalización” fue mal vista por sus compañeros de la extinta ARDI, quienes veían con desconfianza la cercanía de Betancourt con el Partido Comunista de Costa Rica y la nueva filiación con el PCV. Sin embargo, Betancourt ignoró las críticas y hasta se convirtió en uno de los redactores más importantes del órgano comunista costarricense, el diario Trabajo, el cual estuvo bajo su dirección desde el año 1934. Asimismo, como ya hemos citado, en estos años escribió para la revista Repertorio Americano, dentro de la cual insertaba artículos variados de temas venezolanos o de interés latinoamericano. A la vez, ya comenzaba Betancourt a escribir lo que más adelante será su obra escrita más importante, el libro Venezuela, política y petróleo.

En Costa Rica Betancourt conoció la clandestinidad. Un decreto de expulsión pesaba sobre sus hombros desde el 22 de mayo de 1933, desde cuya emisión por el presidente Ricardo Jiménez, se produjo la reducción de su actividad política en este país, pero aún así seguía escribiendo en Trabajo bajo el seudónimo de “Carlos Roca”.

En el país centroamericano Betancourt mantendrá una relación amorosa con la mujer que en 1934 se convertirá en su esposa, la maestra normalista Carmen Valverde, con quien además comparte la avidez intelectual y las visiones políticas. El 11 de abril de 1935 la pareja trae al mundo a su única hija: Virginia Betancourt Valverde. La familia ahora le tocará seguir los destinos políticos de Rómulo.

En 1936, luego de la muerte del general Juan Vicente Gómez el 17 de diciembre de 1935, Betancourt regresa a Venezuela, y tres meses después se le unen su esposa e hija.

 
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